![]() Descubrí Guanajuato a finales de octubre del 2012, un año después de llegar desde mi país, España, a México, y recorrerlo de este a oeste, desde el estado de Guerrero, hasta Quintana Roo, pasando por Puebla, Querétaro y, por supuesto, la capital. El principio de la estación otoñal es especialmente atractivo en el Bajío mexicano; las frías noches suavizan el clima, obligando por primera vez tras muchos meses a ponerse una chamarra, y las lluvias del verano llenan de verde los campos, algo que luce especialmente en la ciudad de Guanajuato, rodeada de montañas y plagada de jardines a lo largo y ancho de sus inclinadas, empedradas y estrechas calles. En medio de esa estampa, llegó el primero de noviembre, víspera del tan celebrado Día de Muertos. El ambiente del centro de la ciudad se volvía más pintoresco de lo habitual, dando paso a las catrinas, papel picado, y a la presencia de las primeras ofrendas de muertos, cargados de su excelso simbolismo, colorido y aroma a flor de cempasúchil, mientras la gente paseaba con sus calaveritas de azúcar, y compraba el pan de muerto y su cajeta, que desayunarían la mañana siguiente, en el gran día de celebración. Ese dos de noviembre del 2012, pese a ser festivo, me levanté temprano y me dirigí a la plaza de la Paz, invitado por la asociación Manos Unidas de Guanajuato, para vivir en primera persona el desarrollo de la muestra de arte efímero ‘El Tapete de la Muerte’. ![]() Era el quinto año que se llevaba a cabo, tiempo suficiente para que desde las 6:30 de la mañana, decenas de niños, jóvenes, y no tan jóvenes, llegaran cargados de bolsas de aserrín, flores, sal, y otros elementos, para apartar su lugar, a lo largo de la principal calle peatonal, y comenzar a pintar en el suelo, con tiza, el diseño de su tapete. A medida que pasaban los minutos y las horas, las obras iban tomando forma, y llenaban de actividad y color el centro de la ciudad, obligando a los viandantes a detenerse, a apreciar el proceso de elaboración de las muestras, y a sus autores, concentrados, con la solemnidad de estar trabajando en una ofrenda a los seres queridos que ya no están entre nosotros, y no en una mera manualidad. Cinco años después, días antes de la décima edición, me alegra observar cómo ha nacido una tradición, de la que he tenido el honor de formar parte. Pase lo que pase, el Día de Muertos, a las siete de la mañana, los tapeteros, que cada vez son más, saben que tienen una cita en el centro de Guanajuato.
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Miguel Ángel Matilla Blanco:
asesor de comunicación estratégica; formador; escritor Categorías
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Junio 2024
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