Pasado un día del lamentable atentado de Barcelona, y guardando el debido respeto a las víctimas y afectados, así como condenando cualquier tipo de acto terrorista, es momento de analizar la estrategia de comunicación política llevada a cabo, con la que no estoy de acuerdo. Antes de las cinco de la tarde se produce el fatídico suceso en Las Ramblas, que deja trece fallecidos y más de cien heridos. Pasada la medianoche, el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, realiza su primera comparecencia pública. Siete horas de espera, dando prioridad a que otras autoridades regionales lancen sus mensajes audiovisuales a modo de puesta en escena oficial tras el atentado terrorista. En una situación de normalidad, en cuanto se hubieran tenido los primeros datos confirmados por parte de la Policía, el presidente del Gobierno debería haber comparecido desde su sillón en Moncloa. Pero no fue así, pasaron siete horas, aparecieron otros políticos en escena, mientras la Policía Nacional pedía por redes sociales que se censuraran las imágenes de la tragedia, y Twitter se llenaba de gatitos para esconder la cruel realidad que se estaba viviendo en la capital catalana. Una cosa es no ser explícitos y morbosos, y otra ocultar la dureza de lo que está pasando.
Este lamentable escenario político podría haber sido salvado, al menos, por un acertado discurso de quienes sí intervinieron inmediatamente después de esclarecerse los primeros datos tras el atentado. Pero tampoco ocurrió, volvieron a llenarnos de palabras vacías, de llamamientos a la paz, a la convivencia, y a evitar el odio. Como si esos fueran los ingredientes para impedir nuevos atentados. Ese mensaje queda muy bien, puede tranquilizar a algunos, y hacer sentir un poco mejor a otros, pero no aportan nada a la lucha antiterrorista. Hace falta más contundencia, más energía, más realidad. La única palabra que de verdad puede resultar útil, y que por suerte utilizaron, es la de la ‘unión’. Sin embargo, una vez más, se queda en una palabra vacía, que no se evidencia. ‘Unión’ es reconocer la necesidad de implementar un nuevo nivel de alerta que saque el ejército a las calles cuando hay terroristas armados sueltos (y tal vez así tener más opciones de frenar el otro atentado de Cambrils, en el que muere una mujer). ‘Unión’ es aceptar las recomendaciones del Ministerio del Interior de colocar bolardos y macetas para evitar este tipo de atentados. ‘Unión’ es esperar al presidente del Gobierno (ya que él no comparece por su cuenta y prefiere viajar a Barcelona antes de hablar) y realizar una comparecencia conjunta. Finalmente, teniendo en cuenta los mensajes mencionados, por un lado tenemos llamamientos a la paz, a la convivencia y a una falsa unión; por otro, a unos radicales dispuestos a matar de cualquier manera y en cualquier momento, incluso dejándose su propia vida, y que llevan décadas alimentando su ideología, dividiéndose y expandiéndose, aprovechando las facilidades que sus propios objetivos les prestan. El mundo lleva muchos años en guerra contra el islamismo, pero parece que no quieren verlo, o que es una contienda que no tiene lugar en Occidente, cuando cada pocos meses tenemos noticias similares a la de Barcelona. En situación de guerra, es necesario adoptar medidas bélicas; sacar al ejército a la calle si es necesario (y lo es cuando hay terroristas que acaban de actuar tratando de huir, o volver a atentar); aceptar toda recomendación por parte de la comunidad internacional; crear un filtro migratorio más eficaz; investigar todavía más de cerca a los sospechosos; y por último, atacar al enemigo allá donde se descubra que establece cualquier tipo de sede, ya sea dentro de nuestras fronteras, o en las suyas.
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Miguel Ángel Matilla Blanco:
asesor de comunicación estratégica; formador; escritor Categorías
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Junio 2024
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