![]() Tal y como anunciaba en el último artículo escrito en este blog hace unos meses (ahora lo he retomado y actualizaré con más frecuencia), Podemos y sus formaciones afines han logrado consolidar su presencia en la política nacional tras las elecciones municipales y autonómicas del pasado mes de mayo, provocando el desplome del Partido Popular y el estancamiento de un PSOE renovado, e incluso de unos prometedores Ciudadanos, que no cumplieron con la expectativa a pesar de haber logrado unos resultados notables para ser sus primeros comicios con presencia en todo el país. Tras más de una semana con los nuevos equipos de Gobierno en marcha, la sensación del gran cambio a mejor se ha ido desvaneciendo con el paso de los días, sobre todo en los casos de Madrid y Barcelona, los dos ayuntamientos más importantes, ahora en manos de formaciones afines a Podemos. Es cierto que ha pasado muy poco tiempo, y que conviene otorgar los cien días de rigor antes de emitir un juicio formal sobre las acciones de los nuevos servidores públicos, pero aquí se habla de imagen y comunicación, lo que se evalúa desde el primer día.
Echo en falta anuncios relevantes que verdaderamente hagan creer en el cambio radical prometido, paquetes de medidas que deberían haberse preparado previamente, para sacar a relucir desde el día uno, y que influyeran realmente en las principales competencias de las administraciones municipales. En cambio, hemos asistido a un despliegue mediático, en el que en unos pocos días ha dado tiempo para destapar escándalos en redes sociales y fuera de ellas, asistir a manifestaciones, o provocar las dudas de la ciudadanía con la creación de extrañas concejalías; frente a otras actuaciones con un sentido más constructivo, pero sin un impacto real en la vida de los ciudadanos a corto plazo, como la renuncia a ciertos privilegios, o los desplazamientos en metro de la alcaldesa de Madrid (aunque parece que no siempre), que supondrán un ahorro para las arcas públicas, pero sólo el tiempo dirá si el suficiente como para hacer frente al gasto social prometido. Y es que todo parece indicar que, al menos durante los primeros meses, el gran cambio de la izquierda va más enfocado a modificar ciertos patrones de lenguaje, a la lucha continua contra el pasado, y a dar la falsa sensación de que son un ciudadano más, que a una política incluyente con medidas que solucionen uno de los dos grandes problemas del país, la economía. En cuanto al segundo, la corrupción, es cierto que lo tienen más fácil, pues basta con no meter la mano donde no se debe, algo que algunos miembros del Partido Popular y del PSOE no han sabido hacer. Veremos si esta política de la apariencia, basada en lograr determinadas fotografías y en imponer un nuevo lenguaje centrado en la lucha contra acontecimientos del siglo pasado, es sólo un trámite temporal que forma parte de una hoja de ruta hacia una nueva política real, o acaba consolidándose como la forma de trabajar de Podemos, lo cuál no sería nada bueno para las aspiraciones de Pablo Iglesias de cara a las elecciones generales de noviembre.
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Miguel Ángel Matilla Blanco:
asesor de comunicación estratégica; formador; escritor Categorías
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Junio 2024
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